miércoles, 7 de abril de 2010

Sintonía



Estába solo, no podía evitar su presencia. Por más que se esforzaba, sus gritos seguían desvaneciendose en el cubo de piedra. Era inútil, no podía liberarlo, no podía sacarlo.
Se tomó su tiempo para calmarse, pero mientras más clamaba por silencio, mas ruido había. Luego de languidecer inmóvil por un rato, se levantó y atinó a enscender la luz, pero el interruptor no estaba.
Golpeó la puerta hasta que sus nudillos sangrasen, nada, todo seguía igual, intácto. El único afectado, seguía siendo su cuerpo.
Comenzó a perderse, a crear desviaciónes de la realidad misma, que se le presentaba desnuda, sin misterios.
Tras una delgadísima vibración, que poco a poco tomaba mas fuerza, un objeto perforo su cabeza, de oído a oído. Sintió como si alguien lo levantaba del piso, de repente abrió sus ojos, y seguia en el mismo sitio de pie. El sonido continuaba, pero se adornaba de tiempos y melodías.
Lo último fue lo mas puro de todo, a travez de la música se articulaba una voz. En un instante, la voz ya podía pronunciar letras, las letras se juntaron poco a poco formando palabras, para por fin pronunciar oraciónes enteras.
Una calma profunda se apoderaba de él, tranquilizando de una vez por todas, su enfurecido yo. En una esquina de la habitación se asomó una tenue luz blanca, que derrochaba puresa por donde se la mire. La luz fue acrecentandose hasta encandilarlo por completo. Luego de la breve cegera, vió como se asomaba una silueta. La silueta ya era cuerpo, y si movía al rítmo de sus propias palabras.
No tengo que aclarar que su belleza lo atrapó por completo. Lo llamaba, no estaba seguro de si en su intención no estaba dañarlo. Se dijo ¡basta! Arrojó esos pensamientos absurdos que su propia inseguridad le provocaba y caminó. La habitación que hasta hace unos momentos era una fría celda, se lleno de vida, de colores, de felicidad, de sublimidad. Lo que una vez fue un solo cuerpo ahora eran dos, completamente mimetizados. Tomó su cintura, se uniéron para siempre en un abrázo eterno, y bailaron toda la noche juntos, al ritmo de su própia música, juntos eran perfectos.
Él comprendió el significado de todo, aquel obséquio que le habían hecho, era el más valióso, el más importante. Le habían obsequiado la llave a para esa conexión, para no separarse jamás, para otras muchas noches. Esa sintonía que habian alcanzado se resumía en tres palabras: "Vivir el presente".

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Para vos! Gracias!
Foto:"Simbiosis I"
Autor: Stella Rudruello

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